Mi abuelo me dijo una vez, que cuando no exista canción que me haga reir, ni rosas que den aromas a mi nariz, ni lágrimas que me hagan sonrerir, ni poesias que derritan mis ojos, ni piernas que tiemblen ante mi piel, ni pájaros que mirar en el cielo, cuando la soledad sea más abundante que la tristeza y no encuentre el arcoiris, tan solo me detenga a escuchar mi corazón.
Y si ya no hay sonrisas que vengan hacía mi, que sea yo quien las regale a los demás.
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