Soy culpable de tu muerte y debo confesar
que tu grito me gustó.
Pero así es, a veces, gana la serpiente
y se alimenta de tu sangre.
Esa roja abundante y oscura
que a mi piel empapó
cuando yo reía de tu carne.
Tu cielo jamás, mi amor, te alumbró...
Bienvenido a mi traición...
No debiste seguirme
punzante al fin clavé
mi tempestad hecha hiel...
Racimos de espinas venenosas
¡Tu fuiste a deborar!
Mi mirada solo es maliciosa
¡Como el frío en la oscuridad!
....
No quiero nada de arrastres, no tengo piedad
No deseo verte caminar, ni cerca de mi intimidad.
Más trágico y superfluo es mi aire...
que si respiras te puedes contagiar...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario