Carcelariamente Insatisfecho ... (!)

En el rincón de la ciudad, su lucha no lo exhaustó.
La cómplice mirada de aquel atuendo que alguna vez besó
fue el motivo de su liberación.
Bajo el sonido de trullas impacientes descaradas,
su sortija no falló.
Ese Dios que muchas veces odió, fue la suerte de su mueca de placer, esta vez.
Y sonrió, contento se durmió.
Fue la víctima de su encarcelación, fue el preso y el liberado de su propio crimen,
que gran victoria muchacho aquel que se remendó de su error!
y consiguió las alas que el dios del viento le destinó!
para resucitar de la trampa de los muertos bohemios de la lujuria y el horror vil metal.
Años oscuros donde la luz era tan solo ella...
y su pequeñita sonrisa tan pícara y dulce que solo él entendía.
Las paredes allí olían al humo consolador de esos esclavos enjaulados
a como ratas devoradas por mamíferos mugrientos...
El único cielo que se podía observar... era el lejano techo.
Su laberinto era el sinfín de penas, donde los momentos solo eran tristeza aguda
degollando su cerebro, engranajes perfectos entre la bronca y el rencor.
Había un destino que ya había empapado sus deseos...
Las noches seguían apartándolo del amor...
Resonaba la canción que ella había cantado en su honor la madrugada que la abandonó... sin quererlo así su voluntad.
Pero siempre supo cual sería su trágico final, que aparentemente lo condenaría.
Sin embargo aun no cesaba la pequeña luz, el pequeño recuerdo tan brilloso de sus ojos de luciérnaga azul...
En aquel invierno riguroso un llamado lo encarnó al pueblo,
ella quien con un mágico y esplendoroso tema, se entrometió en las armaduras para devorarlas a su antojo.
Aquel invierno, se reencontró con la vida, venció a la muerte que lo seguía día a día,
rajó de la jaula gatuna para mirar el cielo y apreciar el aroma de las montañas, él volvió.
Jamás exploró tan de cerca el cielo y el infierno...
pero a veces hace falta caer en él y sentir ser miseria, para al fin valorar el cielo de la vida
una vez habiendo vuelto de las tinieblas.